Psicóloga de la ULA propone decálogo para informar sobre el suicidio con ética y responsabilidad

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Durante el pasado mes de septiembre, el Observatorio de Derechos Humanos de la Universidad de Los Andes (ODH-ULA) registró la mayor cantidad de suicidios e intentos de suicidios cometidos en la región andina este año. Un total de 19 personas se quitaron la vida en Mérida (8), Trujillo (6) y Táchira (5), mientras que otras ocho lo intentaron. Estos datos constituyen un registro no oficial y se basan en informaciones publicadas por medios de comunicación, periodistas y autoridades regionales.

Debido a este lamentable incremento, y como parte de las actividades de prevención y apoyo que realiza Alianza por la Vida —una iniciativa merideña que comenzó en julio de 2022 y actualmente agrupa a distintas organizaciones e instituciones, entre ellas el ODH-ULA y la Comisión ULA Mujer—, este lunes 2 de octubre se desarrolló el taller “Recomendaciones: tratamiento mediático del suicidio”, a cargo de la psicóloga Dalia Rodríguez, quien trabaja para la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAES) de la ULA.

La psicóloga ofreció a los asistentes, en su mayoría periodistas y comunicadores sociales, un decálogo de recomendaciones para una cobertura y difusión del suicidio que estén apegadas a la ética profesional y la responsabilidad social. Asimismo, los organizadores de este taller entregaron a los participantes un resumen del Protocolo de intervención psicoeducativa para docentes, funcionarios y agentes sociales, elaborado por Rodríguez.

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Del “efecto Werther” al efecto preventivo

“Existe evidencia científica de cómo el manejo de la información incide en la conducta suicida”, dijo Rodríguez como preámbulo a la presentación de su decálogo. Apuntó que existen dos posibles efectos que puede causar la difusión de información sobre el suicidio: el “efecto de imitación o contagio”, también conocido como efecto Werther, y el “efecto preventivo” o efecto Papageno.

El efecto Werther debe su nombre a la novela titulada Las penas del joven Werther (1774), escrita por Johann Wolfgang von Goethe. Esta obra cuenta la historia de un joven que se suicida por causa de un amor no correspondido. Tras su publicación, varios jóvenes en Europa imitaron el método descrito en la novela y se quitaron la vida, situación que incluso generó la prohibición del libro en Italia, Alemania y Dinamarca.

Dos siglos más tarde, en 1974, el sociólogo David Phillips acuño el término “efecto Werther”, producto de un estudio que realizara entre 1947 y 1968, con el que demostró que el número de suicidios ocurridos en Estados Unidos aumentaba al mes siguiente de que el periódico The New York Times publicara en portada alguna noticia relacionada con un suicidio.

El efecto Papageno, en contraparte, “señala que aquellas noticias sobre conductas suicidas que siguen determinadas reglas tienen un efecto preventivo y pueden reducir el número de muertes por esta causa”, dice la Asociación de Profesionales en Prevención y Posvención del Suicidio de España.

El nombre de este efecto, también conocido como efecto preventivo del suicidio, proviene de uno de los personajes principales de la ópera La flauta mágica de Mozart. Papageno, que es un hombre-pájaro, se enamora de Papagena, una hermosa joven a quien pierde por supuestamente no ser “digno de ella”. Esto lo lleva a planificar su suicidio, pero tres muchachos lo convencen de no hacerlo. Al final, Papageno y Papagena logran vivir su amor.

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Informar y formar para la prevención

La psicóloga Dalia Rodríguez hizo énfasis en que los medios de comunicación y los periodistas no solo informan sobre los hechos noticiosos y de interés público, sino que también contribuyen a la formación de la opinión pública. “Esas opiniones que se forman las personas se convierten en emociones”, apuntó, en referencia a la importancia del tono y el enfoque con el que se difunden las noticias sobre el suicidio.

Como contexto general para la toma en cuenta del decálogo que la especialista propone, Rodríguez resaltó la importancia de tener en cuenta que las personas que piensan en suicidarse no quieren acabar con su vida: quieren acabar con un sufrimiento que padecen y que es generado por distintas y diversas causas.

Por lo anterior, un buen comienzo para empezar a informar con enfoque preventivo es hacerlo pensando en cómo se pueden ayudar a las personas que enfrentan una lucha interna contra su sufrimiento. Esto implica la generación de informaciones sobre cuidado de la salud mental y del bienestar emocional, así como difundir las opciones de ayuda y apoyo que están disponibles. También recomendó informar sobre el suicido con criterios de salud pública y no de sucesos.

Decálogo para una cobertura periodística responsable sobre el suicidio(*)

1. Informar sí, pero con responsabilidad: esto va desde el respeto por la persona fallecida, sus familiares y allegados, hasta la contribución que pueda hacerse para erradicar estigmas y promover la cultura preventiva del suicidio.

2. Evitar el sensacionalismo: una cosa es sensibilizar sobre el tema y otra es incentivar el morbo del público. Imágenes que muestren a los fallecidos no aportan ningún valor informativo y trasgreden la integridad de la víctima, causando mayor dolor y sufrimiento a sus seres queridos. No redactar titulares llamativos ni valorar positiva o negativamente el acto suicida. Evitar la publicación de suicidios en la sección de sucesos: se recomienda hacerlo en la sección salud.

3. Cuidar el lenguaje: expresiones como “epidemia de suicidios”, “propagación de suicidios”, “ola de suicidios” son contraproducentes e incorrectas, así como “cometer suicidio”, “víctima de suicidio” o “persona propensa al suicidio”. Tampoco conviene atribuir al suicidio expresiones como “opción”, “salida” ni “solución”. Usar la palabra suicidio como metáfora tampoco es correcto (“suicidio político”, por ejemplo). Son preferibles las siguientes expresiones: “muerte por suicidio”, “quitarse la vida”, “intento de suicidio” y “ayuda para prevenir el suicidio”.

4. Cuantos menos detalles, mejor: no es ético difundir datos personales del suicida ni de sus allegados, porque no tienen ningún valor informativo. Por el contrario, este tipo de informaciones exponen a familiares y conocidos al señalamiento ajeno. Tampoco se deben difundir el método utilizado por el fallecido ni el lugar donde se quitó la vida, porque esto podría causar el ya descrito efecto de imitación.

5. Aportar datos y testimonios fiables: las estadísticas e informaciones oficiales que publican instituciones y organizaciones con autoridad en la materia son las principales fuentes a las que se debe acudir. La Organización Mundial de la Salud (OMS), el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) son algunas de ellas. Asimismo, se deben entrevistar profesionales expertos en salud mental (psiquiatras, psicólogos, sociólogos) y funcionarios de organismos de seguridad para dar contexto al suicidio como un asunto de salud pública.

6. No simplificar una realidad compleja: es poco responsable vincular un suicidio con un motivo o una causa concreta, porque detrás de esa acción hay todo un contexto complejo y multifactorial. Decir “se suicidó por amor” o “se quitó la vida porque la mamá le quitó el teléfono” es simplista e irresponsable. Tampoco se debe presentar un caso de suicidio como algo imprevisto, inexplicable, como si no fuese posible prevenirlo. Se deben evitar los estereotipos.

7. Desmentir mitos y falsas creencias: “no es cierto que todas las personas que mueren por suicidio, o que lo intentan, sufren un trastorno mental”, apunta la psicóloga Dalia Rodríguez. Lo más común en personas que deciden suicidarse es que padecen un gran sufrimiento emocional y quieren acabar con ese dolor. Tampoco es cierto que el suicidio no se pueda prevenir, ya que en la mayoría de los casos hay signos de alerta, como cambios drásticos en la conducta, incluso si se pasa de la agitación a la calma de forma repentina, entre otras señales.

8. ¡Cuidado con las redes sociales!: en informaciones periodísticas, no se deben mencionar ni identificar sitios web ni cuentas en redes sociales que promuevan o contengan mensajes o contenidos favorables al suicidio, ni siquiera si lo que se busca es denunciarlos. Nombrarlos puede contribuir a promocionarlos. También conviene evitar palabras como “juego” o “reto” al informar sobre fenómenos en internet que buscan promover conductas suicidas.

9. Informar con enfoque positivo: para contribuir con la prevención del suicidio es necesario no quedarse solo en la difusión de casos. Es importante que medios de comunicación y periodistas difundan historias de superación y prevención de las conductas suicidas con testimonios en primera persona. También ayudan los mensajes con enfoque esperanzador, que motiven a las personas que lo necesiten a buscar ayuda. El desarrollo de reportajes y documentales permite abordar el tema en profundidad, evitando su reducción a la simple reseña de “sucesos” que simplifica una realidad tan compleja.

10. Ofrecer información de ayuda: la iniciativa Alianza por la Vida incluye al menos 16 organizaciones e instituciones que ofrecen ayuda a personas con ideación suicida, trastornos mentales o sufrimiento emocional, así como también a sus familiares y allegados. Entre estas están la DAES, que atiende principalmente a estudiantes de la ULA (teléfono: 0414-3355388); Uniandes (teléfono: 0424-7292024) y la Federación de Psicólogos de Venezuela (teléfono: 0212-4163116 / 3118). Alianza por la Vida está en Instagram, con toda la información necesaria: @viveaquiestamos.

Fuente: Boletín Andino ULA 

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